Texto leído en la apertura de La Solapa el 11/02.
Por Damián Tabarovsky (publicado en Suplemento Cultural del Diario Perfil, Domingo 08 de Febrero de 2009)
Damián Tabarovsky | |
Aparece inmediatamente la figura del intelectual/cartero, aquel que se presupone capaz de llevar la cultura “para todos”. Como si la cultura estuviera en un lugar, y su tarea fuera acarrearla, repartirla, transportarla hacia zonas y poblaciones donde no habría cultura. En nombre de esa supuesta democratización se encierra una idea aún más elitista y aristocrática (unos tienen cultura y otros no). Ocurre que por debajo de esas falsas buenas intenciones, el intelectual/cartero en verdad intenta disimular lo que es bien sabido: que su formación es muy escueta. Hay algo que no deja de sorprenderme, pese al paso del tiempo: la cantidad impresionante de intelectuales, escritores, ensayistas, profesores que no leen (o que leen muy poco). Estoy convencido de que una película se disfruta más si antes se vieron cien otras películas. Que un libro se vuelve más interesante si antes leímos muchos y muchos otros libros. Que ver una pintura se hace más rica si antes vimos otras obras.
El actual parece ser un tiempo en el que basta con la experiencia (concepto sobredeterminado si los hay y que, sin embargo, siempre es descripta de la forma más trivial): un escritor vive en un suburbio, toca la guitarrita, juega al fútbol, y lo suyo sería entonces simplemente “contar esa experiencia” sin necesidad de tener un pensamiento crítico sobre la lengua, sobre la tradición literaria, sobre el campo intelectual, sobre la sintaxis. “Cuenta lo que le pasa” y listo. O también: el intelectual supuestamente crítico del habla mediático, y que sin embargo va trazando sus intervenciones en función de la agenda de los medios: hoy un artículo sobre Cromañón, mañana uno sobre los 70, ayer otro sobre el conflicto en Gaza, sosteniendo su pensamiento (es decir: no sosteniendo ningún pensamiento) otra vez en la experiencia y en su opinión personal (una para cada tema), desprovisto del rigor de la lectura, de la relectura, de la puesta a examen de sus interpretaciones pasadas, del armado de una red teórica. Como pocas veces, éste es un tiempo populista y antiintelectual.